viernes, 13 de abril de 2012

Físico-químico:Ciencias de lo cotidiano (primera parte)


Ciencia de lo cotidiano

La ciencia tiene sus orígenes en la curiosidad del hombre ante lo que lo rodea, en su necesidad por encontrar una explicación racional a los fenómenos que observa. Esta curiosidad ha acompañado a la humanidad a lo largo de la historia y se repite en cada uno de nosotros desde nuestra infancia. Los niños preguntan continuamente el por qué de las cosas. En su mente se van generando ideas que intentan explicar el mundo que nos rodea. A través de las observaciones, de las informaciones recibidas y de las explicaciones elaboradas el alumno construye su propio conocimiento.
Por otra parte, esa misma curiosidad provoca que la actitud de los niños y los jóvenes hacia cuestiones, hoy en día cotidianas, relativas a la ciencia sea en principio favorable.
No obstante, cuando el conocimiento académico en ciencias del alumno comienza a desarrollarse, aparecen diversas contradicciones. Por un lado el conocimiento académico impartido se encuentra habitualmente alejado de lo cotidiano, con lo que la escuela no da respuesta a las cuestiones que habían incitado la curiosidad inicial. Por otro, la actitud favorable por parte de los alumnos hacia las ciencias no se mantiene a lo largo de la enseñanza, decrece, influyendo de forma negativa en el aprendizaje de las ciencias. Cuando lo que enseñamos está muy alejado de las expectativas de los alumnos, estos tendrán la impresión de no aprender. Por otra parte si lo que se aprende no es útil, carece de sentido, se olvida fácilmente. Todos los modelos actuales para la enseñanza de la ciencia están de acuerdo en que una de las características que definen el interés por un contenido o una tarea es el grado de aplicabilidad y utilidad percibido por el alumno.
¿Cómo puede la práctica docente dar respuesta a estos problemas? Entre las propuestas se encuentran: realización de actividades que pongan de manifiesto las relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad, de actividades que pongan de manifiesto aspectos cotidianos de la ciencia, de trabajos prácticos, de ciencia recreativa, uso de las nuevas tecnologías, empleo de analogías de modelos y de simulaciones y una metodología que implique la participación del alumno.
Si bien los temarios de ciencias o determinadas prácticas docentes apagan la curiosidad de los alumnos, debemos pensar en la manera de fomentarla porque en definitiva esta curiosidad, que ha sido y es el motor del avance en el conocimiento, puede ser lo que mantenga el interés de los alumnos por las ciencias. Como docentes podemos, en primer lugar, mantener la curiosidad por lo cercano si tenemos presente lo cotidiano en el aula y en segundo lugar, y solo después de lo anterior, fomentar la curiosidad por lo desconocido. No olvidemos que las bases del constructivismo se asientan sobre lo que ya sabe el alumno y el conocimiento del alumno es en primer lugar el conocimiento de lo cotidiano. Por otra parte, es frecuente que los alumnos no establezcan conexiones entre el pensamiento científico y el cotidiano. Estos dos dominios del conocimiento permanecen aislados de modo que las concepciones científicas no se usan para resolver los problemas con los que pueden encontrarse los alumnos en contextos diferentes al académico. Introduciendo elementos cotidianos en nuestras clases, el alumno tomara conciencia de que existen diferentes formas de analizar la realidad, la cotidiana y la científica, que éstas no se contradicen sino que se complementan, y que es posible la transferencia entre ambos dominios.
No debemos considerar que recurrir a cuestiones familiares para los alumnos disminuye la credibilidad o el rigor científico. Estas cuestiones no son incompatibles sino complementarias.
Fernanda Gasso

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